Por una cuestión prudencial, no ha transcendido ningún detalle sobre la identidad del autor, quien, por indicación de su director espiritual, se mantiene en el más absoluto anonimato.
Decía un antiguo abad que «cuando un peregrino venga a visitaros, prosternaos ante él.» Por la puerta que abramos para acoger a este peregrino solitario, va a penetrar de algún modo la presencia de Dios; viva presencia que va a iluminar nuestra alma en la medida de nuestras necesidades y de nuestros anhelos.